De la platea al escenario
Participación protagónica es participación real
Por: María Belén González. Militante de Somos Pytyvõhára
Por varias generaciones se ha sostenido que las personas mayores son las que siempre tienen el uso de la palabra, y que las personas menores de edad deben respetar y solamente escuchar, sin brindarles la posibilidad de ser oídas en sus sentires, opiniones o reclamos, cuando en verdad poder ser oídas y oídos teniendo en cuenta nuestro desarrollo, nuestra edad y entendimiento es un derecho consagrado en nuestro país: el derecho a la participación.
La participación se da cuando las personas tienen sus propias iniciativas con acciones en cualquier decisión que les afecte, y se la llama protagónica, porque las niñas, niños y adolescentes dejan de ser vistos como personas que solamente hay que cuidar, sin escuchar, y se vuelven protagonistas, al igual que las personas adultas, de su presente y su futuro.
Si analizamos nuestro crecimiento, vemos que para que un niño o niña aprenda a caminar es necesario que vayamos soltándole la mano de a poco, y que del otro lado esté una persona que la aliente a caminar junto a ella. Cuando hay aprendizaje es porque también hubo incentivo, un espacio para equivocarse, y dejar ser, para que el niño o niña aprenda por sí mismo/a. Si no nos hubieran dado ese empujoncito, hoy no sabríamos realizar las tareas más sencillas del hogar o de nuestro propio cuidado, como bañarnos o limpiarnos solos y solas.
De la misma forma, una persona aprende a desenvolverse en la sociedad de a pasitos. Pues con el tiempo, los seres humanos forjamos una manera de ver el mundo, y de relacionarnos con él. Dicha manera de acompañar el crecimiento de niñas, niños o adolescentes es conocida como autonomía progresiva; la misma implica la toma de mayores responsabilidades y tareas a medida que pasa el tiempo, es decir, ser un poco más independientes a cada paso, teniendo siempre en cuenta nuestras capacidades y nuestro desarrollo.
Para que las personas seamos autónomas necesitamos un espacio que propicie nuestra participación, un espacio en el cual seamos protagonistas de la discusión y no estar relegadas a ser meras oyentes, desvalorizadas por no ser aún personas adultas. Otorgar mayor o menor valor a nuestras perspectivas y puntos de vista según la edad que tengamos es ir en contra del proceso que inicia desde el incentivo a caminar en esta sociedad, como personas partícipes de la misma.
Garantizar la participación protagónica no es olvidar el rol de protección que atañe a las familias y a la sociedad civil, al contrario, es incentivar la formación de personas con responsabilidad social, mirada crítica y por sobre todo, dueñas de su futuro y conscientes de su potencial.
En palabras de Mailen Riquelme, persona adulta que desde adolescente tuvo la oportunidad de ser partícipe de procesos sociales, por tanto desde su adolescencia hasta hoy se encuentra activando en una organización de adolescentes y jóvenes, llamada Somos Pytyvohára, la participación protagónica significó “la libertad de expresar mis saberes, donde me sentí protagonista de cambios, donde mi voz tenía más fuerza”, es notorio el cambio que significa en la autoestima de una persona el sentirse valorada en un espacio.
Otro compañero, Daniel Ortellado, quien también empezó a activar desde la adolescencia expresa que fue, “una oportunidad de darle forma a mis ideas y poder ponerle palabras a tantos anhelos, sentimientos e inquietudes”, la palabra es liberadora, poder ponerle nombre a nuestros sentires nos coloca en una posición diferente ante las situaciones e incluso antes las demás personas.
La participación protagónica es clave en lo que respecta a propiciar la formación de personas, que ejerzan su rol de ciudadanía, así lo expresa Ámbar Giménez, una joven militante “el poder que eso tenía a la hora de ejercer y exigir mis derechos” refiriéndose a sostenerse en un espacio y hacer escuchar su voz.
Niñas, niños y adolescentes más plenas y plenos, que ejerciten la participación protagónica, se convierten en personas adultas que además de estar empoderadas, replican lo mismo y demuestran también a las siguientes generaciones la importancia de reconocerse como actores protagónicos.
Sin dudas, desde mi experiencia puedo afirmar que crecer sintiéndote valorado/a en todo sentido, te cambia la vida y la manera de afrontarla, pues te percibís a vos mismo/a como sujeto de tu propia historia, como pieza fundamental en tu entorno, y como un eslabón importante del cambio.